Este domingo, Medellín despertó distinta. El gris del cemento y el verde de las montañas se vieron cubiertos por un océano rosa que se tomó las calles de la ciudad. Más de 10.000 almas, unidas por un mismo propósito, dieron vida a la décima edición de la Carrera de las Rosas, un evento que ha trascendido lo deportivo para convertirse en un canto colectivo de esperanza contra el cáncer de mama.

El punto de encuentro fue el Parque de las Luces, frente a La Alpujarra. Allí, entre globos, camisetas y sonrisas, la multitud se fue concentrando desde muy temprano. No importaba la marca del reloj ni la velocidad de la zancada; la meta, en esta ocasión, era mucho más profunda: recordar que ganarle la batalla al cáncer es más importante que llegar primero. Cada paso, cada respiración agitada, lleva

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