Tras el verano más cálido desde que hay registros, con una temperatura media más de dos grados por encima de lo habitual, el otoño ha arrancado con lluvias extremas en nuestro país, especialmente en la Comunidad Valenciana y Cataluña, que son las más regiones más afectadas por la llegada de los restos del huracán Gabrielle.

Las acumulaciones de agua previstas podrían superar los 250 o 300 litros por metro cuadrado en diferentes puntos de ambas comunidades autónomas entre este lunes y el martes. La borrasca ya ha provocado la suspensión de clases escolares, el corte de carreteras, los retrasos en trenes y aviones y el desbordamiento de barrancos, entre otros efectos.

Si bien es cierto que este tipo de episodios de lo que antiguamente llamábamos gota fría, y hoy denominamos dana, son muy habituales en esta época del año, no es menos cierto que la tendencia es a un empeoramiento evidente. Al igual que el calor del pasado verano no era normal , tampoco son normales las circunstancias que están en el origen de estas lluvias extremas.

 Temperatura del mar

El pasado 30 de junio, Aemet alertó de que estaba sucediendo algo que no se había visto nunca, anunciando que «las aguas del Mediterráneo occidental superan los 26 °C, incluso puntualmente alcanzan 28 a 30 °C. En el Cantábrico oriental rondan los 22 a 24 °C». Dichos valores se sitúan entre 5 y 6 grados por encima a los habituales en esa época del año.

Esta ha sido la tónica a lo largo de todo el verano. En agosto, el litoral mediterráneo ha mostrado temperaturas en el agua situadas entre los 29 y los 31 grados centígrados, lo que significa entre 3 y 4 grados más de lo que se considera normal.

De hecho, estas temperaturas marinas empiezan a parecerse a las que son propias de mares tropicales , precisamente las zonas del mundo en las que se generan los grandes huracanes que para conformarse requieren aguas muy cálidas.

Vehículos subidos a las rotondas con el fin de no ser arrastrados por las lluvias extremas. (Foto: Europa/Press).

Dana

Tenemos que entender que el calor es energía, y unos mares muy cálidos significan, por tanto, mucha energía para alimentar fenómenos extremos , como puede ser una dana , que no es otra cosa que una zona de bajas presiones situada en los niveles altos de la atmósfera. Algo que sucede muy fácilmente a principios del otoño. 

La razón es que, cuando termina el verano, el sol calienta menos la superficie y las altas presiones se debilitan, lo cual favorece la bajada de aire frío desde las latitudes más altas. Cuando esta masa de aire frío choca con el calor del mar, el aire frío actúa como un pistón que empuja bruscamente hacia arriba el aire cálido y cargado de humedad que se encuentra en la superficie marina.

El resultado es una condensación masiva del vapor de agua. El aire caliente, al subir, se enfría rápidamente y no puede retener toda la humedad que transporta, liberándola de forma torrencial, en un proceso de precipitación ultrarrápido y extremadamente intenso. La dana no sólo genera lluvia, sino que la produce a un ritmo devastador, superando la capacidad de los ríos y barrancos para evacuar el agua.

Cambio climático

Este tipo de fenómenos son, como decimos, muy propios de esta época, pero la diferencia es que se ven claramente agravados por el cambio climático. Como explica este informe del World Weather Attribution (WWA), el aumento de las lluvias extremas en el levante está relacionado con el calentamiento del clima provocado por las emisiones de combustibles fósiles.

«Los tres conjuntos de datos analizados indican que los eventos de fuertes lluvias de un día, tan intensos como el observado, son aproximadamente un 12% más intensos y aproximadamente el doble de probables en el clima actual, es decir, con 1,3 °C más, de lo que habrían sido en el clima preindustrial más frío sin el calentamiento causado por el hombre», explica la WWA.

Esta organización científica recuerda que Europa ha sufrido varias inundaciones devastadoras en los últimos años con un elevado número de víctimas mortales. Además de la dana del pasado año con 229 víctimas, se citan las inundaciones de 2021 en Alemania y Bélgica, en las que murieron 239 personas.

Alerta temprana

«Esto pone de relieve la urgente necesidad de mejorar los sistemas de alerta temprana y acción temprana , vitales para garantizar que las personas no corran peligro», alertan desde WWF.

«Implementar medidas de gestión de inundaciones , como la restauración de humedales, y redoblar los esfuerzos para abordar las vulnerabilidades sociales y proteger mejor a las comunidades de bajos ingresos y minoritarias con mayor riesgo de sufrir inundaciones también reducirá el coste humano de las inundaciones devastadoras», añaden desde la misma entidad.

La primera medida cuando hay riesgo de lluvias extremas es, por tanto, estar atentos a los posibles avisos y mensajes de las autoridades y hacer caso de sus recomendaciones. Y, a largo  plazo, la mejor manera de evitar que este tipo de fenómenos sigan empeorando es actuar de forma decidida contra la emergencia climática.