El pasado 1 de septiembre, Jaguar Land Rover (JLR) sufrió un ciberataque que puso en jaque su operación global. Las tres plantas que posee en Reino Unido, donde producen alrededor de mil vehículos al día, debieron suspender su actividad, dejando a sus empleados sin trabajo y a gran parte de su cadena de suministro en una situación de alerta.
La magnitud del impacto provocó pérdidas millonarias semanales y obligó a la empresa a detener no solo la producción, sino también sistemas clave de logística, finanzas y distribución de piezas.
El episodio también ha afectado a proveedores de la firma británica, muchos de los cuales afirmaban la posibilidad cierta de quiebra si no se les liberaban los recursos.
Hace unos días, Jaguar Land Rover había adelantado que la paralización se extendería has