Hay límites que se marcan con peajes o el cambio del paisaje; sin embargo, entre Bogotá y Soacha esto no pasa, pero en términos de movilidad se empezarán a ver cambios notorios, que incluyen otra entrada con peaje.

Hay viajes que parecen no tener comienzo ni final. Basta tomar la autopista Sur en dirección al suroccidente para comprobarlo: una recta interminable de buses, motos y carros que se entremezclan entre vallas publicitarias, talleres, ventas de repuestos y restaurantes. De repente, casi sin advertirlo, el paisaje cambia, aunque nadie sabría decir con exactitud en qué punto.

No hay casetas, ni torniquetes, ni una línea que anuncie que se ha dejado atrás la capital del país. Solo un discreto aviso, casi escondido entre el ruido visual de la vía, da la pista: “Bienvenido a Soach

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