En la imaginación popular, el Santo Grial y el Santo Cáliz son el mismo objeto. Pero no lo son. Uno nace del mito; el otro, de la memoria. El primero es el recipiente que, según la leyenda, recogió la sangre mezclada con agua que manó del costado de Cristo. El segundo, la copa que Jesús utilizó en la Última Cena para consagrar el vino como su sangre.

Mientras el Grial ha sido perseguido por caballeros de la Mesa Redonda en relatos medievales y por arqueólogos ficticios en películas de Hollywood, el Cáliz ha seguido un peregrinaje real: de Jerusalén a Roma, y de allí a Hispania, donde fue custodiado en tierras aragonesas como San Juan de la Peña, Jaca y Zaragoza, antes de llegar a Valencia. Allí, en la Catedral de Santa María, se conserva desde el siglo XV como una de las reliquias más ven

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