Cuando Gustavo Petro llegó a la Presidencia en agosto de 2022, gran parte de su capital político descansaba sobre el respaldo de sectores históricamente marginados: comunidades indígenas, afros, maestros, estudiantes, movimientos sociales urbanos y rurales. Muchos vieron en él la oportunidad de atender demandas postergadas durante décadas: reforma agraria, autonomía étnica, derechos sociales, educación pública y salud universal.

Hoy, casi tres años después, el panorama es más complejo. Aunque existe una creciente frustración por incumplimientos, contradicciones y decisiones polémicas, ese respaldo no se ha evaporado por completo. En cambio, lo que se observa es una tensión entre lealtad simbólica, exigencia de resultados y temor al retorno de gobiernos de derecha.

A continuación, los fac

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