Cuando uno nombra constantemente a su rival no logra marcar distancias sino hacerlo más fuerte. Y este es el gran error que el premier Keir Starmer cometió ayer en su esperado discurso ante la .
Tras un mes complicado marcado por críticas internas, desplomes en las encuestas y, ante todo, el auge del populismo de extrema derecha de Nigel Farage, al frente de Reform UK, el inquilino de Downing Street subía al estrado con una misión evidente: , trazar diferencias claras y recuperar narrativa. Sin embargo, sus constantes referencias a Farage -al que llamó directamente por su nombre en varias ocasiones- tan sólo dieron más protagonismo a un hombre cuyo discurso xenófobo tiene cada vez más fieles.
Desde sus primeras frases, Starmer buscó elevar el discurso hacia lo existencial: “El Reino Un