Esta es la historia de Sally McKay, su hija Martha McKay y un joven criminal llamado Travis Lewis, cuya vida se entretejió con la de ellas en un nudo de violencia, perdón y redención fallida.

Era el 10 de septiembre de 1996. Sally McKay, una viuda de 75 años perteneciente a una de las familias más influyentes del sur de Estados Unidos, disfrutaba de una tarde tranquila en su hogar.

Travis Lewis, un adolescente de solo 15 años del barrio, había entrado con intenciones de robar. Su madre trabajaba como ama de llaves en la mansión. El robo se torció en un crimen: el chico disparó fatalmente a Sally McKay con una escopeta, dejando su cuerpo en la cocina ensangrentada. Pero aún más trágico fue lo que ocurrió décadas después.

La mujer que fue asesinada por el mismo criminal

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