El fútbol siempre tuvo un encanto particular: la mezcla de genialidad humana, errores inevitables y ese toque de azar que hacía de cada partido un drama irrepetible. Durante más de un siglo, árbitros y jueces de línea cargaron con el peso de decisiones instantáneas, algunas gloriosas y otras polémicas que aún se discuten en bares y tertulias. Luego llegó la tecnología, y con ella el famoso VAR ( Video Assistant Referee ). La promesa era clara: acabar con las injusticias y “limpiar” el fútbol de errores arbitrales. Pero la gran pregunta sigue en el aire: ¿el VAR arregló el juego o lo convirtió en un laboratorio clínico con batas blancas invisibles?
En teoría, el VAR es un superhéroe digital. Revisa jugadas dudosas, mide fuera de lugar con precisión milimétrica y puede detectar una mano q