Cuanto más sabemos del caso Begoña Gómez –y cada vez vamos sabiendo más cosas–, más intrigante resulta saber cómo pudo cometer tantas pifias y tantas irresponsabilidades y tantas imprudencias. ¿Cómo es posible que la mujer de un presidente del Gobierno firmara cartas de recomendación para una empresa que participaba en una contratación pública? Recordemos que esa empresa recomendada se llevó un contrato de 8,4 millones de euros que hemos pagado los contribuyentes. ¿Y cómo es posible que la mujer del presidente del Gobierno dirigiera una cátedra –siendo simplemente bachillera– que solicitaba dinero a las empresas que financiaban esa cátedra? ¿A dónde iba a parar ese dinero? ¿Quién lo manejaba? ¿Qué filtros tenía? ¿Y para qué era?
Sí, de acuerdo: mientras no se demuestre lo contrario, la mu