En el Yankee Stadium, todos hablaban de Garrett Crochet. Su recta de 100 millas, sus 11 ponches y el dominio absoluto en su primera apertura de postemporada. Pero detrás de cada envío hubo un hombre que puso el guión: Carlos Narváez.

El receptor venezolano, que el año pasado formaba parte del «taxi squad», fue el arquitecto silencioso de la noche. «Es increíble, simplemente increíble», dijo Narváez. «Cada noche muestra cosas distintas. Me quito el sombrero ante él. Es un animal, una bestia total. Estoy feliz de tenerlo en nuestro equipo por mucho tiempo”, dijo, todavía con la adrenalina del triunfo.

Carlos Narváez apenas consumió un turno oficial, pero se embasó tres veces por boleto. Su ofensiva fue discreta en apariencia, pero de gran impacto: un receptor que no solo cuida al lanzador,

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