
En un movimiento que podría redefinir por completo el panorama global de los videojuegos, Electronic Arts (EA) ha llegado a un acuerdo para su adquisición por 55.000 millones de dólares (47.000 millones de euros). El comprador: un consorcio liderado por el fondo soberano de Arabia Saudí ( PIF ), junto con Silver Lake Partners y Affinity Partners , esta última encabezada por Jared Kushner , yerno del expresidente estadounidense Donald Trump. La operación, de concretarse, se convertiría en la mayor compra apalancada de la historia en el sector tecnológico, eclipsando incluso la histórica adquisición de Activision Blizzard por parte de Microsoft en 2023.
EA, uno de los gigantes de la industria con franquicias tan lucrativas como FIFA (ahora EA Sports FC) , Battlefield , Los Sims y Madden NFL , podría convertirse en una compañía privada en el primer trimestre de 2027. El acuerdo, que se realizaría íntegramente en efectivo, aún debe ser aprobado por los accionistas y por varios organismos reguladores a escala internacional.
La posible entrada del fondo saudí PIF no es nueva en este sector. Ya posee cerca del 10% de EA, además de participaciones relevantes en compañías como Nintendo . Esta ofensiva inversora forma parte de la ambiciosa estrategia del reino para diversificar su economía, modernizar su imagen global y conectar con una población en su mayoría joven. El 63% de los saudíes tiene menos de 30 años, un dato que no pasa desapercibido a la hora de invertir en sectores como los esports o los videojuegos de gran consumo.
Para EA , la privatización podría ofrecer un respiro. Le permitiría reorganizar su estructura, acelerar procesos creativos y reducir el escrutinio constante del mercado y los accionistas. Según expertos del sector, esto podría traducirse en mayor innovación, más libertad para los estudios y una menor dependencia de modelos de monetización agresivos, como las microtransacciones o los servicios en vivo, por los que EA ha sido duramente criticada.
No obstante, también hay dudas. La considerable deuda que acompaña a este tipo de compras —estimada en unos 20.000 millones de dólares — podría obligar a recortes, despidos o cancelación de proyectos a medio plazo. De hecho, EA ya ha recortado plantilla en varias ocasiones en los últimos años y ha cerrado estudios como Cliffhanger Games , responsable de un título basado en Black Panther.
Otro elemento que genera inquietud es el contexto geopolítico y ético. Varios grupos de derechos humanos, como Amnistía Internacional , han acusado a Arabia Saudí de utilizar los deportes y los videojuegos como herramientas de “sportswashing”, es decir, blanqueamiento de imagen internacional a través del entretenimiento. El vínculo de la operación con Jared Kushner y el entorno de Donald Trump añade una capa adicional de sensibilidad política y podría desencadenar objeciones regulatorias en algunos países, aunque no necesariamente en Estados Unidos.
La coincidencia del anuncio con el inminente lanzamiento de Battlefield 6 —previsto para el 10 de octubre— también ha despertado sospechas. Analistas de TD Cowen se preguntan si EA ha precipitado su venta justo antes de uno de sus lanzamientos más prometedores, lo que podría elevar el valor de sus acciones. Algunos consideran que el precio de 210 dólares por acción infravalora el potencial de crecimiento de la empresa.
Desde EA, sin embargo, mantienen una postura optimista. Su CEO, Andrew Wilson , ha señalado que seguirán “ampliando los límites del entretenimiento, los deportes y la tecnología”. El ejecutivo permanecería en su cargo tras el cierre de la operación, lo que apunta a una continuidad, al menos formal, en la gestión.
En resumen, si se completa, esta adquisición marcaría un punto de inflexión histórico no solo para EA, sino para todo el ecosistema global del videojuego. La entrada masiva de capital extranjero en una de las principales desarrolladoras plantea una oportunidad de transformación , pero también riesgos estructurales y éticos que no pueden ignorarse.