El Rasputín de Ayuso conoce bien su oficio: un clavo saca otro clavo, una mentira sobre Pedro Sánchez y sus socios del PNV saca de las portadas el juicio de tu novio, un presunto delincuente de tomo y lomo. Lo importante es hacer tanto ruido que sea casi imposible separar el embuste de la verdad, lo transcendental de lo anecdótico, la politiquería de la ética, el relato del dato

Los fallos en las pulseras telemáticas contra maltratadores son muy preocupantes y han sido torpemente gestionados por la ministra de Igualdad. No me cabe la menor duda. Sin embargo, no escucho a las mujeres del PP, súbitamente tan feministas, poner el grito en el cielo por los fallos en el programa de detección precoz del cáncer de mama de la Junta de Andalucía que preside su correligionario Moreno Bonillo. Hablamos de meses de tardanza en hacer una mamografía que confirme la existencia de un más que posible tumor, un escándalo tan grave que el Defensor del Paciente andaluz acaba de solicitar a la fiscalía la apertura de una investigación.

Así van España y el mundo desde que las derechas ganaron la batalla cultural. Doble rasero a paletadas y una forma de hacer política y comunicación basada en soltar una mentira al mediodía y anunciar una barrabasada media hora después. Con la complicidad, por supuesto, de los medios de comunicación que financian con la publicidad institucional. Por ejemplo, la gran mayoría de los medios andaluces apenas mencionan estos días el escándalo de los cribados de cáncer, pero aplauden a Moreno Bonilla por ahorrarles cien euros anuales a los celiacos.

Las listas de espera médicas en Madrid han aumentado un 64% desde que Ayuso es presidenta, pero ella no habla de eso con su coleguita Ana Rosa Quintana. Ella sigue con el racarraca de que ETA está más viva que nunca y denuncia que el lehendakari Pradales la ha amenazado de muerte. Ayuso odia tanto a las lenguas españolas que no son el castellano que escucha el “pimpampum” de un disparo cuando Pradales dice que en Euskadi se habla vasco.

Esa misma Ayuso compara los neumáticos de lluvia de Fernando Alonso con las críticas al genocidio en Gaza. ¿Pocas luces? ¿Mala fe? Creo que las dos cosas a la vez: una memez congénita teleguiada por la astucia de ese gran comunicador ultra que es Miguel Ángel Rodríguez (MAR). El Rasputín de Ayuso conoce bien su oficio: un clavo saca otro clavo, una mentira sobre Pedro Sánchez y sus socios del PNV saca de las portadas el juicio de tu novio, un presunto delincuente de tomo y lomo. Lo importante es hacer tanto ruido que sea casi imposible separar el embuste de la verdad, lo trascendental de lo anecdótico, la politiquería de la ética, el relato del dato.

Al escuchar los disparates de Ayuso, muchos de mis amigos se preguntan si es que nos toman por tontos. La respuesta es afirmativa: nos toman por tontos. Quizá no a usted, amiga o amigo lector, quizá no a mí. Nosotros estamos en una categoría que yo denominaría minoría ilustrada, gente que lee libros, vamos. Pero, como sus maestros estadounidenses, MAR sabe que la mayoría de la gente forma su opinión en base a mensajes simplones que escucha en las teles o ve en las redes sociales. Mensajes que confirman sus estereotipos: los moros son pérfidos, los hispanos hablan castellano y son cristianos como nosotros, las feministas son mujeres rencorosas por mal folladas, los ecologistas quieren hacernos volver a los tiempos de los neandertales, los vascos y los catalanes no son de fiar.

¿A quién le importa lo que pase en realidad? Bajo la presidencia del suavón Moreno Bonilla, la sanidad pública andaluza sigue el ejemplo de la madrileña: deterioro constante para que te hagas un seguro privado. Bajo la presidencia comunitaria de la guerrera Ayuso y la alcaldía de su siervo Almeida, Madrid se llena de basura y, por tanto, de ratas, los atascos automovilísticos son colosales, el metro parece un ferrocarril de la India y los enfermos deben esperar semanas o meses para ser atendidos en centros públicos. Y no pasa nada: una mayoría de andaluces y madrileños votaría de nuevo a Juanma, Isabel y José Luis.

Confieso que no sabía que los censados en Madrid estamos muy preocupados porque las mujeres que desean abortar no sean informadas de las gravísimas consecuencias que sufrirían si lo hacen: culpa, depresión, pesadillas, alcoholismo, anorexia, bulimia, disfunciones sexuales, agresividad… Pero Almeida, sabio entre los sabios del Foro, sí parece saberlo. Su PP se ha sumado a Vox para obligar a los sanitarios madrileños a contarles tal milonga a las mujeres.

No hay nada científico en todo ello, es ideología pura y dura, pero ¿qué a quién le importa? Buena parte de la peña lo repetirá y, como predecía el maestro Goebbels, la milonga se convertirá en una verdad o, al menos, en un “hecho alternativo”, algo que puedes decir en voz alta porque tú tienes tu opinión, el derecho a expresarla libremente y olé tus cojones o tus ovarios.

Bueno, espero que el descaro de Almeida con lo del aborto termine despertando a esos buenistas que aún creen que hay diferencias sustanciales entre el PP y VOX, que los primeros son moderados y los segundos, radicales. No las hay: PP y VOX son primos hermanos, tienen en común al abuelo franquista. Y ahora unos y otros van con todo. Aplicarán su programa máximo si llegan a La Moncloa, como lo aplican Trump y Milei en Estados Unidos y Argentina, como lo aplican ellos mismos en los ayuntamientos y comunidades que gobiernan. Aún no han pasado del todo y parece que ya están celebrando el 1 de abril, el Día de la Victoria.