
Las lluvias torrenciales han vuelto a golpear el litoral mediterráneo. En solo unas horas, se han registrado hasta 246 l/m² en Amposta y 356,8 l/m² en Gandía. En Cullera, las precipitaciones alcanzaron “cifras históricas”, provocando desprendimientos y cortes de carreteras.
Estos episodios de intensas precipitaciones propios del principio del final del verano y principios del otoño no son nuevos. Sin embargo, su frecuencia e intensidad han aumentado en las últimas décadas debido al cambio climático. A pesar de ello, las lluvias no deberían considerarse el problema principal.
El verdadero desafío radica en cómo se ha construido y gestionado el territorio en estas zonas, que lo hace vulnerable a los efectos de las precipitaciones.
¿Se pueden evitar todos los daños?
El riesgo cero no existe. No obstante, sí es posible reducir significativamente las consecuencias si se adoptan medidas adecuadas.
Algunos daños son inevitables, especialmente cuando la lluvia supera cualquier capacidad de absorción o evacuación estimada. Muchos otros son recurrentes, pero evitables, ya que se deben a la construcción en zonas inundables, la falta de mantenimiento de infraestructuras o la urbanización sin drenaje adecuado. En estos casos, existen estrategias eficaces para reducir los daños provocados por las lluvias intensas.
1. Más infraestructura verde
Una de las medidas más relevantes es el fomento de la infraestructura verde. Elementos como parques inundables, jardines de lluvia o cubiertas vegetales permiten absorber el agua y disminuir la escorrentía. Estas soluciones también mejoran la calidad ambiental y social de los espacios públicos.
La renaturalización de espacios urbanos favorece la infiltración del agua en el suelo. En ciudades como Alcoy, se están restaurado barrancos como corredores ecológicos. Estas intervenciones conectan espacios naturales y reducen el riesgo de inundación, además de aportar valor paisajístico y ecológico.
2. Planificación territorial
La planificación territorial resulta clave. Evitar nuevas construcciones en zonas de riesgo es esencial para prevenir desperfectos y peligros para la población.
Asimismo, revisar los planes urbanísticos existentes e incorporar criterios de resiliencia (por ejemplo, prohibir nuevas construcciones en zonas inundables o exigir superficies permeables en nuevos desarrollos) permite anticiparse a futuros episodios extremos. Esta planificación debe ir acompañada de una gestión adecuada del drenaje urbano.
3. Sistemas de drenaje
Los sistemas de drenaje sostenible ofrecen una alternativa eficaz a los modelos convencionales. En lugar de canalizar el agua rápidamente hacia el alcantarillado, estos sistemas la retienen, filtran y liberan de forma controlada. Se trata de soluciones que imitan el ciclo natural del agua, como zanjas de infiltración, pavimentos permeables o depósitos de retención temporales.
Estos sistemas no vienen a sustituir a las redes convencionales de drenaje, sino que debe favorecerse la integración de ambas soluciones y enfatizar su mantenimiento. Muchos colectores presentan obstrucciones o no están adaptados a la nueva intensidad de las lluvias, lo que limita su eficacia. Los sistemas de drenaje sostenible, por su parte, ofrecen una mayor capacidad de adaptación y pueden integrarse fácilmente en entornos urbanos.
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4. Educación para la ciudadanía
Por último, la educación y la gobernanza son factores determinantes. La coordinación entre administraciones y la participación ciudadana fortalecen la capacidad de respuesta. Las alertas tempranas permiten actuar con rapidez y evitar consecuencias graves.
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Ciudades esponja para convivir con el agua
El modelo de “ciudad esponja” ha dejado de ser experimental para convertirse en una estrategia urbana global frente al cambio climático. Estas ciudades no luchan contra el agua, sino que la integran en su diseño. Mediante soluciones basadas en la naturaleza, absorben, almacenan y reutilizan el agua de lluvia, reduciendo el riesgo de inundaciones y mejorando la calidad de vida urbana.
China ha liderado esta transformación. Ciudades como Shenzhen, Wuhan y Shanghai han incorporado humedales, superficies permeables y jardines de lluvia en su planificación. El objetivo nacional es que el 80 % de las áreas urbanas capten el 70 % del agua de lluvia para 2030.
En Europa, Alemania destaca por la magnitud de sus iniciativas. La instalación de cubiertas y fachadas verdes se ha promovido por los municipios. En 2019, dos tercios de las ciudades exigían cubiertas verdes en sus planes de desarrollo. Como resultado, en quince urbes con más de 500 000 habitantes, el 10 % de las cubiertas se clasifica como verdes (equivalente a alrededor de 0,8 m² por habitante).
En África, Beira (Mozambique) inició su transición tras el ciclón Idai en 2019. Se han incorporado sistemas de drenaje sostenible, vegetación urbana y restauración de humedales. El objetivo es aumentar la resiliencia frente a futuros eventos extremos.
Jakarta, en Asia, enfrenta un doble desafío: inundaciones y hundimiento del terreno por extracción de aguas subterráneas. La ciudad ha comenzado a rediseñar su infraestructura. Se prioriza la expansión de espacios verdes, el drenaje vertical y los pozos de infiltración.
Estos ejemplos muestran que no existe una única fórmula. Cada ciudad adapta las soluciones a su contexto climático, social y económico. Lo que comparten es una visión común: convivir con el agua en lugar de combatirla.
Hacia una cultura del agua adaptativa
Incluso con todas estas medidas, algunos daños seguirán produciéndose. Por ello, además de prevenir, conviene prepararse para responder. Esto implica contar con planes de emergencia, sistemas de alerta eficaces y una ciudadanía informada.
La resiliencia no consiste solo en soluciones técnicas. También es un asunto social, institucional y cultural.
Aprender a convivir con las lluvias no implica resignación. Necesitamos dejar de ver el agua como una amenaza y empezar a verla como un recurso y trabajar para transformar las ciudades para que sean más seguras, verdes y habitables.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Daniel Jato Espino no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.