Tras semanas de intensa lucha para poder alimentar a sus seis hijos en Gaza , la mujer de 38 años pensó que había encontrado un respiro.

En un refugio, una amiga le habló de un hombre que podía ayudarla con comida y tal vez incluso con un trabajo. La mujer, separada de su esposo y obligada a cerrar el negocio que una vez sostuvo a su familia, se acercó a él.

Había pasado cerca de un mes de la guerra en Gaza y él le prometió trabajo, un contrato de seis meses con una agencia de ayuda. El día que creía que firmaría el acuerdo, la llevó no a una oficina, sino a un departamento vacío. La felicitó y le dijo que se quitara el velo.

Él le dijo que la amaba y que no la obligaría pero tampoco la dejó irse. Finalmente, tuvieron un encuentro sexual, dijo. Se negó a dar detalles sobre lo ocurrido,

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