Por Eladio Solarte Pardo

Con las especificaciones de “ciudad menuda” (publicadas en nuestro artículo anterior “Mi viejo Popayán I”) un sistema de transporte no era del todo necesario y mucho menos rentable. La ciudad se movía por sí sola y sus calles las degustaban al máximo los peatones. Su desarrollo urbano y del transporte eran, entonces, demasiado incipientes.

Atravesarla de oriente a occidente o de norte a sur no representaba un mayor esfuerzo. Ese recorrido podía hacerse entre 15 o 20 minutos, sin mayor afán, cosa que no ocurría al estar trepados en el bus Ford, color gris, modelo 50 de propiedad del Liceo de la Universidad del Cauca, que avanzaba a “dos kilómetros por hora…” Como dato anecdótico, vale la pena mencionar que cuando el parsimonioso vehículo iniciaba el ligero descens

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