Alas 10:55 de ayer recibí este whatsapp: “Parado en Ciudad Real. Y he salido de Sevilla a las 7:38”. La víctima tenía una importante reunión de trabajo en Madrid a la que no llegó. Aunque tuvo suerte: tardó cuatro horas y media, el doble de lo que debería, en vez de doce. ¡Y qué más da! Atrás, muy atrás, quedó la “aveuforia” del 92 y años sucesivos en los que creímos que éramos, del todo y para siempre, europeos. Es más, hasta superiores. Cogíamos el TGV francés o los freccia o flechas italianos (siempre maravillosamente retóricos ellos, les llaman Frecciargento, Frecciarossa o Frecciabianca) y nos parecían inferiores a nuestro glorioso y puntualísimo Ave. Hemos vuelto a los tiempos, que los más viejos conocimos, de la Renfe de los retrasos, las averías, los traqueteos. Muchas veces cogí e
No hay novedad, señora baronesa

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