¿Es posible volverse adicto a los alimentos ultraprocesados de la misma manera que con el cigarrillo o el alcohol? Cada vez más investigaciones apuntan a que sí. Aunque todavía no existe un diagnóstico oficial de “adicción a la comida” en manuales médicos como el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, en inglés), la comunidad científica viene prendiendo las alarmas: hay evidencia sólida de que las papas fritas de paquete, las galletitas y las gaseosas activan los mismos circuitos cerebrales que otras sustancias adictivas.
Ashley Gearhardt, psicóloga de la Universidad de Michigan, es una de las voces más firmes en este debate. Según sus estudios, los ultraprocesados cumplen con criterios clínicos de adicción.
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