Quienes hoy se disputan la conducción del país en las elecciones presidenciales, con mayor o menor conciencia, han ido configurando un consenso significativo. La ciudadanía ha puesto en el centro tres prioridades: la seguridad como condición de una vida tranquila y sin miedos; el crecimiento económico, indispensable para una prosperidad compartida; y lo social, con un Estado capaz de garantizar un bienestar mínimo que habilite a cada persona a ser lo que quiere ser. En definitiva, las candidaturas de todo el espectro político —más allá de sus diferencias— expresan una voluntad común: cuidar a la comunidad en aquello que más la preocupa. Entonces: ¿qué nos divide realmente?

La democracia, por naturaleza, es diversidad de visiones. Conviven enfoques distintos para abordar los mismos desa

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