Sé, a veces, lo que es la felicidad.

Rodeado de soledad o con los amigos asomándose a mi vida, me gusta decir que soy propenso a la alegría o al placer, lo cual me hace ver a la felicidad como a una mariposilla que, en su sensual vuelo errático, aspira el licor fluctuante del cúmulo de mis antigüedades y, pasado cierto tiempo, el oro de su ausencia se me pierde en el azul morado de la noche.

Así, instalado en este mobiliario astronómico del alma, empiezo por las tardes —después de la muerte sabia de la escritura— a leer en mi sillón reclinable.

(Como se observa, la organización emocional de mi ocio está por encima de la misma literatura; mientras otros pasean perros, al parecer yo “cultivo” el desenfado de mis alegrías con la Ursae Majoris, del árabe: “Dubhe”, la “Osa”.)

Es un placer q

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