Ayuso, que sabe mucho de repartir prebendas entre su coro mediático y más aún de la creación de chiringuitos para quienes le bailan el agua del populismo trumpiano, se lanza al improperio contra quienes se juegan la vida para llevar a los gazatíes que aún no ha asesinado Netanyahu la ayuda humanitaria que les niega el Gobierno de Israel
Ayuso se burla de la detención de la Flotilla: “Ya se han dado el baño y, a partir de ahora, subvenciones para sus chiringuitos”
Clamor en toda España contra el genocidio y las detenciones de Israel: “Todos los ojos del mundo van en la flotilla”
Inconmovible, fría, cruel, impermeable, manipuladora, obsesiva, dura, carente de compasión, desaprensiva, ofensiva y perversa. La lady Macbeth de la política española ha vuelto a hacer de las suyas. Después del dislate del pim-pam-pum, el euskera y la ETA ahora descarga su frustración y su ira contra el activismo internacional que defiende los derechos del pueblo palestino.
Nada sabe y de nada entiende, más allá de las conspiraciones, del poder en el peor sentido del término y de la ambición ciega. Ayuso, sí. Otra vez. El vivo retrato del afán y la codicia. Para estar. Para ser. Para enmarañar. Para aparecer. Para aparentar. Para confrontar. Para insultar. Para ofender. Para estigmatizar. Y para teñirlo todo de ponzoña y oscuridad. No sabe de Derechos Humanos. Ni de Derecho Internacional. Ni de compromiso. Ni de principios. Ni de solidaridad. Ni de compasión. Ni de objetivos que no sean los suyos propios.
Como la esposa del noble escocés que en la obra de Shakespeare orquestó el asesinato de rey Duncan para que su cónyuge se convirtiera en monarca, Ayuso ha entrado en una espiral de ambición que, en su caso, aún no le ha llevado a la ruina política, pero sí a la moral. Ella, que tanto defiende la vida de los no nacidos, se mofa del hambre y del drama de los vivos.
Ella, que reconoce vivir en un piso de más de 300 metros cuadrados en un barrio exclusivo y disfruta de una casa de campo para los fines de semana que pagamos todos los madrileños, se permite la burla con quienes se enrolan en una travesía que dura ya más de 40 días jugándose la vida para llevar a los gazatíes que aún no ha asesinado Netanyahu la ayuda humanitaria que les niega el Gobierno de Israel.
Ella, que sabe mucho de repartir prebendas y más de la creación de chiringuitos para quienes le bailan el agua del populismo ultra, se lanza al improperio contra quienes persiguen llamar la atención sobre un drama humanitario que hiela la sangre de cualquiera con un mínimo de empatía y sensibilidad.
Ella, que es el disparate hecho persona, celebra que Israel haya interceptado a la flotilla que se dirigía a Gaza en aguas internacionales en una flagrante vulneración del Derecho Internacional. “Si la Asamblea de la facultad flotante, creyera que Israel es genocida, no hubiera ido, pero ya se han dado el baño y a partir de ahora recibirán subvenciones para sus chiringuitos, para el teatro, para el cine. Ya han hecho su agosto. Y esto sigue, y les da igual”, respondió en una respuesta a la diputada de Más Madrid, Manuel Bergerot.
“Con quien Bildu se acuesta, secuestrado se levanta”, añadió la presidenta de la Comunidad de Madrid en una nueva demostración de su obsesión por resucitar a ETA, pese a que la banda terrorista hace lustros que dejó de matar. Es la versión siglo XXI del retrato de la crueldad de lady Macbeth con la que el dramaturgo inglés plasmó los horrores del poder y el peligro de la avidez sin límites. Alguien debería recordarle que en política, torres mucho más altas que la que ha construido MAR para Ayuso, cayeron. Y que también ellos, como Ayuso, se creyeron impunes, regaron con dinero público a sus voceros mediáticos y, sin embargo, lo perdieron todo porque midieron mal la capacidad de sus adversarios internos o porque subestimaron la respuesta del electorado a sus dislates.
No se espera que, llegado ese momento, el remordimiento la consuma y ello la lleve a un colapso mental como el de lady Macbeth en su célebre escena de sonambulismo, en la que intenta obsesivamente lavar las metafóricas manchas de sangre de sus manos en una muestra de su profunda perturbación interior por el peso de la maldad que arrastraba. En su caso el bloqueo intelectual lo lleva de serie y no parece que le vaya a pesar la culpa por sus despiadadas arremetidas contra propios o ajenos, pero en ella quedará para siempre la huella indeleble de la falta de escrúpulos en alguien capaz de todo para imponerse, incluso zaherir a quienes tratan de defender la vida y los derechos de los gazatíes y han sido detenidos por un gobierno genocida.