Hace cientos de miles de años, una erupción volcánica transformó de manera radical la superficie terrestre en lo que hoy es el oeste de Estados Unidos. El evento dio origen a una caldera que se extiende por decenas de kilómetros y que, a pesar del paso del tiempo, continúa siendo objeto de vigilancia científica por su potencial destructivo.

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Los registros geológicos indican que aquella erupción expulsó enormes volúmenes de magma y ceniza, lo que generó alteraciones en la atmósfera y en los ecosistemas de la época. La magnitud de ese fenómeno ha sido estudiada para entender qué podría ocurrir en caso de repetirse.

Actualmente, agencias internacionales lo reconocen como uno de los sistemas volcánicos más grandes y a

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