Las vitrinas del deporte parecen templos. Pero son cementerios. El polvo no cae: se posa como si rezara . Las medallas, esas monedas falsas de la gloria , se manchan en silencio, como si supieran que ya no hay misa. El espectáculo no termina en la ovación. Termina en Tepito , donde un campeón como Rubén “Púas” Olivares ofrece sus cinturones de campeón mundial para sobrevivir. La vitrina se convierte en tianguis. El héroe, en vendedor ambulante de sí mismo.
RELIQUIAS EN SALDO
Un cinturón que fue símbolo de un país entero se coloca sobre la mesa como mercancía. No hay luces. No hay presentador. Hay regateo. Hay necesidad. El “Púas” Rubén Olivares , que alguna vez fue dueño del ring y de los aplausos, vende las reliquias que lo coronaron . Y el comprador, más que coleccionista,