En una elegante casa de concreto en Venice, California, que parece más un laboratorio futurista que un hogar cálido, Bryan Johnson se prepara para otra jornada dedicada a lo que él llama su profesión: ser “un atleta profesional del rejuvenecimiento“. A sus 48 años, este multimillonario tecnológico ha construido su existencia alrededor de una misión singular: “No morir”, el lema estampado en sus camisetas.

Cada mañana inicia una meticulosa rutina de 6,5 horas. Sin espacio para la improvisación, sigue una secuencia precisa: mediciones biométricas, suplementos en serie, terapia de luz roja, sesiones de hipoxia intermitente –y también, en otros momentos, oxígeno hiperbárico–, sueros capilares y entrenamiento físico intensivo. Su desayuno –extracto de granada, proteínas vegetales, omega-3, c

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