Carlos Ramírez

El olor llegaba primero. Una mezcla embriagadora de pan ligeramente tostado, especias que danzaban en el aire y esa carne que, desde la calle, prometía un viaje. No era solo el aroma de un restaurante abriendo sus puertas; era el perfume de una historia que volvía a echar raíces. Esa noche, en el Centro Comercial Save de La Isabelica, Shawarma Asaad no sólo inaugura una sede: celebraba la materialización de un sueño que empezó en un pequeño puesto y que ahora se convertía en un nuevo punto de encuentro para Valencia.

Dentro, el bullicio era el de una fiesta grande, la de una familia que crece. Asad Masud, el fundador, no parecía un empresario en su día de gloria, sino un anfitrión recibiendo a amigos en su propia casa. Su sonrisa era amplia, cansada quizás por los años de

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