Al terminar la jornada inaugural del Mundial Sub 20, el pasado sábado 27 de septiembre, Juan Tagle caminó hacia su auto estacionado en las afueras del Estadio Nacional. Lo encontró con los vidrios rotos y sin algunas de sus pertenencias. Su sorpresa fue total. No era la imagen que esperaba después de un día que debía ser de celebración, pero que al final terminó reflejando un malestar más profundo entre los dirigentes del fútbol chileno. El incidente del presidente de Cruzados se transformó en un símbolo de una molestia que va más allá de un vehículo violentado: la que existe entre los dirigentes de clubes contra la ANFP y la FIFA por la gestión de las entradas del certamen planetario.

Los timoneles de los equipos nacionales llevan días acusando una combinación de nula flexibilidad de la

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