La detonación controlada de seis bombas de 227 kilogramos cada una, enterradas en distintas condiciones, no fue un mero ejercicio militar, sino un experimento a gran escala diseñado con un propósito muy concreto. Investigadores alemanes buscaban recopilar una cantidad ingente de datos reales sobre el comportamiento de las ondas expansivas, una información crucial para perfeccionar una nueva herramienta tecnológica que podría cambiar para siempre la gestión de un peligro latente en el país.
De hecho, esta operación responde a un problema que sigue marcando el día a día en Alemania: las cientos de miles de bombas aéreas de la Segunda Guerra Mundial que todavía permanecen sin explotar bajo sus ciudades. Cada hallazgo supone la paralización de barrios enteros y evacuaciones masivas, convirt