“Me ha costado…”, reflexionaba Antoine Griezmann todavía en el verde del Metropolitano. El francés se refería a ese gol 200 que llegó ante el Eintracht tras firmar el 199 frente al Madrid apenas tres días antes. Semanas, meses, esperando una cifra redonda en la que no faltó el detalle de Koke guardándole el balón y la elástica con el 200. Espina quitada.
Pero hay más en el caso del astro francés. El jugador que en 2018 acarició el Balón de Oro, que finalmente se llevó Modric, el jugador que ese mismo año ganó el Mundial con su país, el máximo goleador de la historia del Atlético tiene más espinas que sacarse. En plural y de metal, pues su obsesión siempre ha pasado por conquistar títulos en el equipo en el que se siente “como en casa”.
Ganó la Supercopa de España de 2014 , al poco