Sucedió hace apenas un par de días, en el cóctel inaugural del Festival de Literatura Expandida Magaluf , en el rooftop del Innside Calvià Beach, ese del que cuelga una piscina transparente como un ovni a punto de abducir a un guiri. Entre copas de cava y canapés, totebags de colores, selfis y el desfile habitual de políticos, escritores, artistas e influencers, dos huéspedes irrumpieron sin camiseta, piel enrojecida por el sol y toalla al hombro. Fueron, sin proponérselo, la postal exacta de lo que es el FLEM. Un diálogo improbable entre la sofisticación y el desparrame, entre la literatura y la resaca, entre el Magaluf de tópico fácil y el que el festival se empeña en reimaginar.
Ese choque de universos volvió a desplegarse este sábado, en una tercera y soleada jornada. A las once