Camino por Paseo de la Reforma, por avenida Juárez, por la calle de Madero, por Bucareli e Izazaga; paso antes por la Ciudadela y de ahí a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y nada; parece que en esta parte de la Ciudad de México nunca ha pasado nada. La multitud corre apresurada en todas direcciones, sin reposo, como pequeñas hormigas que se mueven en su propio mundo hacia su destino incierto.
Hoy esas calles y avenidas no hay algarabía. No hay recuerdos. No hay memoria. No hay reflexión. Es prisa. Es angustia por el paso del tiempo. Es curiosidad. Es un mundo personalísimo en el que la multitud es una y cada persona es su propia vida y supone que no pertenece a ese grupo humano pero sí lo es: Es multitud.
Y sin embargo todas esas calles y todo ese espacio vital tan genuino,