Como sabemos, lamentablemente nuestra ciudad sigue presentando episodios violentos de manera recurrente. Si bien ya no nos encontramos en la misma situación que llevó a Ciudad Juárez a ser considerada como la urbe más violenta del mundo (estigma social que funge como lastre para la imagen citadina ante el mundo), los casos de atentados contra la integridad y la dignidad de otras personas se siguen presentando incluso con matices todavía más perversos, inhumanos y profundamente lacerantes.
Me refiero en concreto a los sucesos violentos que se producen en el seno de las mismas familias de las víctimas, cuyos victimarios son personas muy cercanas de la cuales probablemente nunca se sospecharía algún posible agravio, pues media la confianza de los lazos de parentesco. Una confianza, por ciert