El que se va porque lo echan, no vuelve ni aunque lo llamen. Nazareno Casero podría reformular la máxima. Le sucedió cuando su mamá, un tanto cansada por la “acumulación de pequeños quilombos” -como reconoce el propio actor- de aquel adolescente, le dijo: “Andate a lo de tu papá”. Poco después, cuando le pidió que regresara, la respuesta fue clara: “¡Minga! No vuelvo”.

Cuando Minerva era apenas una beba, Alfredo Casero recibió por entonces a su hijo mayor, de 14. “Hasta que pasaron dos o tres años y un día mi viejo me dijo: ‘Che, andá yendo’. Y ahí me fui a vivir solo -recuerda este Nazareno, ya de 39 años-. Mi viejo me tiró todas las manos que pudo, pero yo también venía laburando: con el primer sueldo me compré la heladera, la cama, la tele. Sería 2004 y valía todo diferente”.

La ané

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