Nada hacía prever que un hombre que caminaba rápido con un morral pegado al pecho terminaría llevando a uno de los laboratorios de drogas más particulares de los últimos tiempos. Pero pasó. La historia comenzó en el asentamiento La Carbonilla, en Paternal, y terminó en una vivienda de la calle Cafayate al 1900, en Mataderos, donde la Policía de la Ciudad descubrió una habitación oculta, detrás de una puerta falsa, equipada con herramientas, químicos y máquinas para elaborar drogas sintéticas y hongos alucinógenos.
Todo empezó cuando oficiales de la Comisaría Vecinal 15 A observaron a un hombre salir de La Carbonilla con un morral que sostenía con fuerza. Subió a una Chevrolet Tracker, que lo esperaba en la calle, y la falta de legibilidad en la patente despertó la sospecha de los agentes.