Atinado y taimado. El ojo de Purificación Cituola era astuto y pronto en advertirlo todo. Era veloz. Como ella. Siempre dispuesta a enfocar y disparar con la prisa del periodismo , de la rueda de prensa a las doce, la firma de convenio a las una, el suceso inesperado que atraganta una plácida comida, el fútbol a las cinco en el Molinón y los jueves, movida gorda en Naval Gijón. Si algo tenía quien fue fotógrafa de esta casa durante treinta años fallecida el pasado domingo y, por lo tanto, quien fue cronista gráfica y mayúscula de Gijón y Asturias, era un remango infinito para moverse en todas las trincheras metafóricas de este oficio, que lo mismo exige esconderse que mostrarse, reír que llorar, que reclama empatía en grado máximo y capacidad de adaptación al medio. No es lo mismo una
El ojo atinado y taimado de una mujer a una cámara pegada

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