Cuando en 1985 se abrieron las puertas del nuevo aeropuerto en el valle de San Nicolás, pocos imaginaban que aquel proyecto, pensado para sacar a la aviación del casco urbano y aliviar la presión sobre Olaya Herrera, terminaría por transformar el paisaje y la economía del Oriente antioqueño. La inauguración formal del aeropuerto José María Cordova, el 30 de junio de 1985, no fue solo la entrega de una obra: fue el cierre de una discusión larga sobre necesidad, ruido y desarrollo urbano que, desde los años setenta, buscaba una salida viable para el crecimiento aéreo de Medellín.
El lugar elegido (Rionegro) tenía lo que los proyectistas exigían: un terreno relativamente plano, alejado del casco urbano y con buenas condiciones de viento. La historia previa del transporte aéreo en la región s