El otoño en España tiene el particular aroma de la tierra húmeda, de los bosques mojados y, sobre todo, a setas. La temporada micológica moviliza a miles de aficionados que salen a los montes con cesta, cuchillo y la expectativa de encontrar un buen ejemplar de níscalo, boletus o colmenillas. Pero a la par que los humanos se adentran en los pinares, encinares, robledales y alcornocales, también lo hacen los perros que acompañan esas excursiones o que, sencillamente, pasean por los parques y jardines públicos donde los hongos brotan sin previo aviso. Y ahí surge un riesgo que muchos cuidadores no contemplan hasta que es demasiado tarde: ¿qué pasa si un perro se come una seta?

Es habitual y cíclico cada año que las consultas a veterinarios online y en foros de animales se multipliquen las c

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