Darse cuenta en tiempo real de que vives y presencias un hecho que define un tiempo no resulta nunca tarea fácil. Que se lo pregunten a la derecha española

Todas las generaciones tienen eso que se suelen llamar momentos definitorios; horas o días y acontecimientos convertidos en las referencias comunes que elaboran una cronología compartida, que lleva a recordar juntos dónde estabas o qué hacías aquel día, y sobre la cual se construyen una o varias identidades generacionales.

Para los más boomers el día que mataron a JFK, o la llegada del hombre y Jesús Hermida a la Luna marcan uno de esos episodios. Para los que somos más X puede que nuestro primer recuerdo generacional se refiera a la muerte del dictador y las largas filas en el Palacio de Oriente. Luego se van sumando otros momentos a esa lista, según se van incorporando también otras generaciones: el 23F seguido por la muerte de Chanquete y la noche de los 202 diputados del cambio y Felipe González en 1982, el gigante articulado de la Fura dels Baus y la medalla de oro de Fermín Cacho en aquella Barcelona 92 que conquistó el mundo, la caída del Muro de Berlín y el fin de la Historia, el día que mataron a Miguel Ángel Blanco y las manifestaciones que acabaron con ETA aunque aún no lo sabíamos, el No a la Guerra y aquella mañana del 11M en una Atocha ensangrentada que merecía un gobierno que le dijera la verdad…

Hay más y seguramente cada uno tendrá los suyos para añadir. Como toda lista siempre falta espacio, se cuela alguno que no debería estar y se quedan fuera varios que deberían haber entrado. Identificarlos no es fácil; ni siquiera con el paso del tiempo. Darse cuenta en tiempo real de que vives y presencias un hecho que define un tiempo no resulta nunca tarea fácil. Que se lo pregunten a la derecha española.

El genocidio de Gaza define nuestro tiempo y definirá el primer cuarto del siglo XXI. El mundo ya no volverá a ser igual. No se trata de una interrupción pasajera, o el mandato coyuntural de un presidente, o una sucesión de catastróficas desdichas. Las leyes que rigen el planeta en 2025 han cambiado. Parece más fácil ahora mismo volver al siglo XIX de los protectorados, las razas explotadas y el poder divino, que a hace apenas dos décadas o al siglo XX, con todos sus defectos.

Pocos anticiparon que, en la España de la falta de vivienda, Begoña Gómez y el novio de Ayuso, un crimen de guerra masivo al otro lado del Mediterráneo fuera a movilizar, incluso sacar a la calle, a esa juventud que tanto empeño se muestra en entregar a la ultraderecha, a los treintañeros que no encuentran un piso que puedan pagar o a los cuarentones que sienten el aliento de la obsolescencia programada. Pero lo ha hecho. Contra pronóstico y contra el mainstream.

Hoy, España y el resto de Europa se distinguen entre quienes quieren recordar dónde estaban y qué hacían mientras el criminal Netanyahu y su cómplice Donald Trump perpetraban un genocidio en Gaza y quienes prefieren olvidarlo y se cabrean cuando los demás no lo hacemos. No se distraigan. La Historia nos contempla y moverse está cambiando las cosas. Eso es lo que realmente les preocupa.