Cuando murió, hace tres años, dejó vacía la huella que había trazado golpe a golpe, como Antonio Machado, en el periodismo español, también en el de nuestro país, y en el arte siempre difícil de la entrevista. Hubo algo más. Saber que a Jesús Quintero lo había ganado para siempre el silencio , mordió un poco el filo áspero de la ironía: él había hecho del silencio una herramienta precisa, la piedra basal de su estilo: inquiría callado, o enarcaba las cejas, o sonreía con indulgencia, con malicia, con compasión, tal vez con comprensión, pero siempre en silencio; y esa estrategia sacaba del entrevistado más de lo que el entrevistado estaba dispuesto a decir .
Y desplegó ese estilo, que expresaba siempre con calma, con lenta parsimonia, con deliberada morosidad, como si pensara unos segu