
WASHINGTON (AP) — El auge económico prometido por el presidente Donald Trump se centra en una sola cifra: 17 billones de dólares.
Esa es la suma de las nuevas inversiones que Trump afirma haber generado con sus aranceles, recortes de impuestos sobre la renta y su agresiva labor de persuasión ante directores generales, financieros, gigantes tecnológicos, primeros ministros, presidentes y otros gobernantes. Se supone que los 17 billones de dólares financiarán nuevas fábricas, nuevas tecnologías, más empleos, mayores ingresos y un crecimiento económico más rápido.
“En menos de ocho meses de Trump, ya hemos asegurado compromisos por 17 billones de dólares”, declaró el presidente en un discurso el mes pasado. “Nunca ha habido un país que haya hecho algo así”.
No obstante, con base en declaraciones de varias empresas, países extranjeros y el propio sitio web de la Casa Blanca, esa cifra parece ser exagerada, altamente especulativa y mucho mayor que la suma real. El sitio web de la Casa Blanca indica inversiones totales por 8,8 billones de dólares, aunque ese número parece incluir algunos compromisos de inversión realizados durante la presidencia de Joe Biden.
La Casa Blanca no reveló los cálculos —a pesar de múltiples solicitudes— de cómo Trump calculó 17 billones de dólares en compromisos de inversión. Pero el tema va más allá de su discurso hiperbólico: se centra en su creencia de que la fuerza bruta de los aranceles y el avergonzar públicamente a las empresas puede generar resultados económicos, una estrategia que podría volverse en su contra políticamente si su discurso duro no se traduce en más empleos e ingresos más altos.
Solo el 37% de los adultos estadounidenses aprueba la gestión de la economía por parte de Trump, según una encuesta realizada en septiembre por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research (The Associated Press-Centro NORC para la Investigación de Asuntos Públicos), una organización apartidista de investigación. Esta cifra es inferior al máximo del 56% alcanzado a principios de 2020 durante el primer mandato de Trump, un recuerdo del cual se aprovechó para cortejar a los votantes en las elecciones del año pasado.
Adam Posen, presidente del Peterson Institute of International Economics (Instituto Peterson de Economía Internacional), una organización apartidista sin fines de lucro que busca mejorar la prosperidad humana mediante análisis y políticas prácticas, dijo que los compromisos públicos anunciados por Trump sí representan un “aumento significativo” —pero uno que asciende a cientos de miles de millones de dólares, no billones. Aun así, eso conlleva costos a largo plazo, ya que los países podrían estar menos dispuestos a invertir en Estados Unidos tras ser amenazados para que lo hagan.
“Es un error de seguridad nacional porque conviertes a tus aliados en algo así como colonias —les extraes por la fuerza cosas que ellos no ven como completamente de su interés”, agregó Posen. “Torcerle el brazo a los gobiernos para que luego ellos le tuerzan el brazo a sus propias empresas no te va a dar el resultado que esperas”.
El gobierno de Trump apuesta a que los aranceles son una herramienta eficaz para presionar a otros países y empresas internacionales a invertir en Estados Unidos, un garrote enorme que otros gobiernos no supieron empuñar. El discurso de Trump ante los votantes es que él participará en la gestión directa de los compromisos de inversión asumidos por los países extranjeros —y que la asignación de ese dinero, a partir del próximo año, reactivará un mercado laboral en declive.
“La diferencia entre inversiones hipotéticas y la construcción de nuevas fábricas e instalaciones se debe a un buen liderazgo y una política sólida”, declaró Kush Desai, portavoz de la Casa Blanca.
La Casa Blanca indicó que Japón invertirá 1 billón de dólares, en gran medida bajo la dirección de Trump. La Unión Europea se comprometerá con 600.000 millones de dólares. Emiratos Árabes Unidos realizó compromisos por 1,4 billones a lo largo de 10 años. Qatar prometió 1,2 billones. Arabia Saudí pretende aportar 600.000 millones, India 500.000 millones y Corea del Sur 450.000 millones, entre otros.
El desafío radica en que los términos precisos de esas inversiones aún no se han definido del todo oficialmente —no se han plasmado de manera formal en acuerdos o disposiciones concretas— ni se han hecho públicos, y algunas cifras son objeto de controversia —posiblemente cálculos confusos o, en el caso de Qatar, más de cinco veces el producto interior bruto anual de todo el país. La Casa Blanca sostiene que Qatar cumplirá con la cifra porque produce petróleo.
Corea del Sur ya tiene reservas sobre su compromiso de inversión, que es 100.000 millones de dólares inferior a lo que afirma la Casa Blanca, luego de que agentes de inmigración allanaran una planta de Hyundai en construcción en Georgia y arrestaran a ciudadanos coreanos. También existe la preocupación de que una inversión tan grande, sin una mejor forma de intercambiar divisas con Estados Unidos, pueda perjudicar a la economía surcoreana.
“Por lo que he visto, estos compromisos valen más o menos lo que vale el papel en el que no están escritos”, señal+o Jared Bernstein, quien presidía el Council of Economic Advisers (Consejo de Asesores Económicos) en la Casa Blanca de Biden.
En cuanto a los 600.000 millones de dólares comprometidos por empresas europeas, la cifra se basa en que esas empresas han “expresado interés” y han manifestado “intenciones” de hacerlo a lo largo de un periodo que llega hasta 2029, más que una concesión explícita, según documentos de la Unión Europea.
Hasta el momento, no se ha observado un aumento notable en la inversión empresarial como porcentaje del producto interno bruto de Estados Unidos. Como porcentaje de la economía en general, la inversión empresarial durante los primeros seis meses de la presidencia de Trump ha oscilado consistentemente en torno al 14%, tal como lo hacía antes de la pandemia de COVID-19.
Pero los economistas también señalan que los cálculos del gobierno duplican la contabilización o se basan en inversiones que se anunciaron inicialmente durante el gobierno de Biden o en inversiones que ya eran probables debido al desarrollo de la inteligencia artificial.
Por ejemplo, la Casa Blanca menciona una inversión de 16.000 millones de dólares del fabricante de chips informáticos Global Foundries. Pero, de esa suma, más de 13.000 millones se anunciaron durante el gobierno de Biden y contaron con el apoyo de 1.600 millones en subvenciones de la Ley CHIPS y de Ciencia de 2022 —donde “CHIPS” es el acrónimo en inglés de “Creación de Incentivos Útiles para la Producción de Semiconductores”—, así como de otros incentivos estatales y federales.
De igual manera, la Casa Blanca cuenta con que el fabricante de chips Micron invierta 200.000 millones de dólares, pero al menos 120.000 millones de esa cifra se anunciaron durante la era Biden.
Por su parte, los funcionarios de la Casa Blanca atribuyen en gran medida a los aranceles de Trump —como los que fueron impuestos el 1 de octubre a gabinetes de cocina, camiones grandes y medicamentos— el obligar a las empresas a invertir en Estados Unidos, y afirman que el riesgo de pagar impuestos de importación adicionales si los países y las empresas no cumplen sus promesas garantizará que el dinero prometido ingrese a la economía.
El martes, Albert Bourla, director general de Pfizer, respaldó este enfoque después de que su empresa farmacéutica recibiera un período de gracia de tres años sobre los aranceles y anunciara 70.000 millones de dólares en inversiones en Estados Unidos.
“El presidente tenía toda la razón”, expresó Bourla. “Los aranceles son la herramienta más poderosa para motivar comportamientos”.
“Los aranceles jugaron un papel importante”, añadió Trump.