Instagram ya no es solo un espacio para compartir imágenes: se convirtió en un entorno donde lo privado y lo público conviven con fluidez . En medio de esta dinámica, el indicador de actividad -ese señor que avisa cuándo estamos conectados- se volvió tema central para quienes prefieren navegar sin dejar huellas digitales.
Cada conexión, incluso breve, se transforma en un registro visible para otros usuarios. En reuniones, comidas o viajes, muchos usuarios notan la presión social de responder de inmediato: el estado online funciona como un cronómetro que delata disponibilidad o intención.
Esa tensión llevó a que una función de privacidad gane protagonismo silencioso. Instagram incorporó una opción para ocultar el estado de actividad , modificando la forma de interactuar en tiempo re