El caldero de comida que preparaba Gudelia Figueroa siempre era demasiado grande para los miembros de la familia. Cuando su hija le cuestionaba, respondía: “uno nunca sabe quién va a necesitar”. Siempre llegaba alguien, recuerda Ednita Nazario, la niña de Gudelina. Bajo el ala protectora de una comunidad que funcionaba como una familia extendida, se crio la diva ponceña.

“Una infancia de puertas abiertas, bien libre y bien sana. Ese es el recuerdo que tengo, ese abrazo colectivo del vecindario. Cuando lo pienso, lo pienso como la zapata. Esa es la zapata sobre la que yo he construido la vida que vivo hoy”, relató Nazario a EL VOCERO .

Ante la posibilidad de cerrar su gira Amor/Desamor en Puerto Rico, Ednita se preguntó “¿Por qué no Ponce?” Así sembró la primera semilla para su espectác

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