Por Simón Rios

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A las 5:30 a.m., el cielo estaba completamente oscuro en el centro de Framingham. Cinco vehículos sin distintivos —algunos negros, otros grises— circulaban con ventanas polarizadas y placas de Texas.

Un grupo de personas que monitorean la actividad del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. (ICE) estaba pendiente de cualquier movimiento.

Una de las observadoras siguió un auto que sospechaba transportaba agentes federales. Grabó un video en el que se ve a un oficial volviendo su atención hacia ella y diciéndole que es peligroso seguir a los agentes en su trabajo.

—“Soy libre de manejar y grabar en el país”, protestó la mujer.

—“Y nosotros somos libres de saber quién es usted. ¿Puedo ver su pasaporte?”

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