El túnel del Fragata Sarmiento lo esperaba por última vez a Ramiro Martínez. Esa suerte de escalera al cielo que transitan los futbolistas antes de saltar al campo de juego no estaba tan firme como siempre. El cemento, a veces, no puede con el peso de las emociones. A medida que el Mono iba subiendo, los taponazos de los botines en los escalones se sentían como martillazos. Las palpitaciones, el nudo en la garganta y la conciencia de la despedida entraron con él al estadio de Isidro Casanova.

En su espejo retrovisor se veían siete temporadas en el arco de Almirante Brown, un campeonato de B Metro, una semifinal y una final por el ascenso a la Liga Profesional, un muestrario de atajadas increíbles, penales, festejos, amarguras y nada menos que 200 partidos bajo los tres palos aurinegros.

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