Si hay algo que sabe hacer la Universidad pública española es competir. Todo es una carrera de obstáculos. De abajo arriba. Es un obligado (y necesario) sistema de filtros y control que, en la práctica, hace que cualquiera que quiera hacer carrera en la enseñanza superior se enfrente a una auténtica travesía del desierto. Por todos los esfuerzos que se le van a exigir, de docencia, de investigación y de innovación, y por todo el rigor con que lo tendrá que acreditar. Cada plataforma con su letra pequeña; cada peldaño de avance con su particular modus operandi. ¿Se acuerdan de lo que decíamos cuando queríamos aprobar el carné de conducir?, ¿que no hay que saberse las normas sino aprender a aprobar el test? Pues algo parecido.

En la pública no vale con ser bueno, ni siquiera excelente. Un P

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