A finales de la década de los 60, el mundo observó con asombro cómo los astronautas de las misiones del programa Apolo recolectaban rocas en la Luna. Esas valiosas muestras junto con un trozo de meteorito con pistas sobre indicios de vida en Marte fueron guardados en una caja fuerte del Centro Espacial Johnson en Houston, Texas (EE.UU.), sin pensar que más tarde, en la primavera de 2002, tres becarios robarían las piezas. 

Los objetos,  valorados entre 1.000 y 5.000 dólares el gramo,  fueron puestos a la venta en internet, pero antes de entregarlos a un posible comprador, los jóvenes los utilizaron para cumplir una de sus fantasías.

¿Quiénes fueron los responsables?

La mente maestra detrás del robo fue Thad Roberts, quien en ese momento tenía 24 años y estaba casado.  Venía de una familia mormona en Utah, en donde obtuvo un título en física, geología y geofísica en la universidad estatal. A pesar de su elevado nivel académico, el joven tenía problemas económicos para mantener a su esposa con la que mantenía su relación a distancia.

Mientras hacía su pasantía en Texas, el becario conoció a Tiffany Fowler, de 22 años, quien era parte de una investigación sobre células madre. La amistad entre ellos se convirtió rápidamente en romance y después de solamente tres semanas de haberse conocido, empezaron a vivir juntos.

Minerales lunares. Costfoto / NurPhoto / Gettyimages.ru

Para ejecutar su plan, la pareja incluyó a Shae Saur, otra pasante de la NASA.

Le prometió la luna y lo cumplió 

Usando sus pases de becarios, el trío se infiltró una noche en el centro y sacó en un carrito la caja fuerte de 270 kilogramos en la que se guardaban las rocas lunares y el pedazo de meteorito. En total, las piezas pesaban tan solo 101 gramos, pero su valor monetario se estimaba en  21 millones de dólares.

Durante el robo, los ladrones contaminaron las muestras, haciéndolas prácticamente inservibles para la comunidad científica. Además, destruyeron casi tres décadas de notas de investigación que se encontraban guardadas en la caja de seguridad. 

Gordon McWhorter, un cuarto cómplice y amigo de Roberts, ayudó a poner a la venta el motín tras contactarlo con Axel Emmerman, un comprador belga que, al sospechar del trato, alertó al Buró Federal de Investigaciones de EE.UU. (FBI, por sus siglas en inglés).

Científico en el Centro Espacial Johnson en Houston, Texas (EE.UU.). Brett Coomer / Houston Chronicle / Gettyimages.ru

Las autoridades le pidieron al comprador que enviara un correo a Roberts y le dijera que estaba interesado en adquirir las piezas. Después, Emmerman organizó una reunión en Orlando, Florida, entre los ladrones y unos supuestos familiares de él que en realidad eran agentes del FBI.

Roberts viajó con Fowler y otro de sus cómplices desde Texas hasta Florida para reunirse con los supuestos compradores el 20 de julio de 2022, irónicamente en el 33.º aniversario del alunizaje de Apolo 11.

Tan solo una hora antes de la reunión, la pareja de amantes decidió celebrar en el hotel en el que se hospedaban. El hombre indicó que colocó las rocas lunares en la cama para simular  "tener sexo en la luna" .

Otras piezas recolectadas durante las misiones del programa Apolo. Manfred Schmid / www.globallookpress.com

"Nadie antes había tenido sexo en la Luna" , aseguró Roberts, quien también confesó que realizar tal acto sobre las rocas fue bastante incómodo, pero se trataba "de la expresión" de dicho acontecimiento.

¿Cómo terminó la aventura?

Al llegar al lugar en donde se encontrarían con los compradores, los delincuentes fueron arrestados y la colección pudo ser recuperada.

Durante el juicio, todos se declararon culpables. Después de su arresto, Roberts confesó que también había robado huesos y fósiles de dinosaurios del Museo de Historia Natural de Salt Lake City en Utah. El hombre fue condenado a ocho años de prisión, pero solamente cumplió seis años tras las rejas.

Thad Roberts en julio de 2011. Christopher Evans / MediaNews Group / Boston Herald / Gettyimages.ru

Las pasantes recibieron 180 días de arresto domiciliario y 150 horas de servicio comunitario, mientras que McWhorter fue condenado a seis años de cárcel.

"Lo hice por amor" , aseguró Roberts. "Lo hice porque quería ser amado. Quería que alguien supiera cuánto me importaba y tener ese símbolo ahí para recordárselo", añadió.

La pareja nunca más se volvió a ver.