Ya se atisban los últimos retazos del verano en la ciudad de Madrid. A pesar del clima, busco la forma de visitar la capital porque cada calle me obliga a alzar la mirada y siempre tiene alguna historia que contarme o alguien maravilloso que presentarme. Me pregunto si el escritor danés Hans Christian Andersen estaría de acuerdo conmigo. Él también experimentó lo que llamó un “clima inaguantable” cuando visitó Madrid a finales de noviembre de 1862, con 57 años y la fama bajo el brazo.

Andersen, para entonces un escritor de renombre, había estado de visita por España desde el 4 de septiembre. Llevaba grabada en la memoria una tierna experiencia infantil con un soldado español en su tierra natal. No obstante, en 1862 solo dos de sus cuentos se habían traducido al castellano: La pequeña vend

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