Hace unos días una imagen capturó mi atención y la de muchos transeúntes en la carrera Sexta de Pereira, obligándonos a una reflexión incómoda. Una joven caminaba en un atuendo tan transparente que desdibujaba la línea entre estar vestida o desvestida: prendas de lencería expuestas, transparencias totales y ropa interior visible. El espectáculo gratuito no era una declaración de moda audaz, sino francamente un gesto que generaba más extrañeza que admiración. Si bien es fundamental respetar la autonomía de cada persona sobre su vida privada, es imposible ignorar la sorpresa social que se activa cuando esta elección choca de frente con el entorno público.

El problema que observamos no es de estilo, sino de adecuación y código social. Anteriormente, las normas de etiqueta regían el atuendo s

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