Tras décadas de silencios, testimonios y movilizaciones, los trabajos arqueológicos iniciados hace tres años en la mina La Paloma han dado sus primeros frutos: este miércoles se han desenterrado restos humanos en la fosa común de la mina, situada bajo 300 toneladas de piedra, a 36 metros de profundidad. Junto a los huesos, se han hallado monedas, una cartera, un mechero y la suela de un zapato, entre otros objetos personales.

El equipo responsable, Aranzadi, impulsado por la Universidad de Extremadura y la Diputación de Cáceres, ha informado de que los restos encontrados corresponderían a los últimos cuerpos arrojados a la mina, y que se identificarán a personas de Zarza la Mayor, Ceclavín u otros municipios cercanos, incluso de la comarca de Sierra de Gata.

Los trabajos, exigentes y complejos, han requerido maquinaria especializada. Hasta ahora se habían alcanzado profundidades de entre 25 y 30 metros, pero para continuar fue necesario instalar una nueva grúa que permitiera acceder más abajo.

El origen de este proyecto se remonta a historias recogidas durante décadas por el catedrático Julián Chaves (Universidad de Extremadura), familiares y vecinos, que desde los años ochenta y noventa reunieron testimonios que aseguraban que vecinos del lugar y de otros pueblos próximos habían sido asesinados en el verano de 1936 y arrojados a la mina.

El presupuesto para continuar la exhumación fue aprobado por la Diputación de Cáceres, que reservó 75.000 euros para la segunda fase. También han existido tensiones institucionales: recientemente el Ayuntamiento de Zarza la Mayor denunció “ataques y presiones” y obstaculización burocrática por permisos medioambientales relacionados con la Red Natura 2000, paralizando temporalmente los trabajos.

“Esto nos ha devuelto la esperanza”, se escuchaba entre los familiares que se acercaron al lugar. Luisa, por ejemplo, confía en encontrar los restos de su suegro: “Al menos yo, porque su hijo, mi marido, murió cuando acabábamos de comenzar este trabajo, sin tiempo para tener esta alegría. Él fue uno de los que empezó a mover todo esto, porque tenía esa espinita”.

María también busca a su padre. “Mi padre no desapareció, lo sacaron de casa y no volvió. Crecí sin él… Nunca podíamos decir qué le habían hecho, solo que estaba desaparecido. Pero estoy esperanzada, a ver si tenemos suerte y mi padre está aquí”.

La vicepresidenta primera de la Diputación de Cáceres y concejala del Ayuntamiento de Zarza la Mayor, Esther Gutiérrez, quiso acompañar a las familias, junto con el responsable del Servicio de Memoria Histórica y Democrática de la Diputación, Fernando Ayala.

Gutiérrez expresó su satisfacción por los avances: “Lo hemos conseguido, entre todos hemos dado un paso más hacia la verdad, la justicia y la reparación. La Diputación mantiene un compromiso total con la defensa de los derechos humanos y con la Ley de Memoria Histórica. Estamos empeñados en sensibilizar a las nuevas generaciones sobre lo que supuso aquel régimen. No se trata de ideología, sino de responsabilidad colectiva: de conocer la verdad, asumir la historia y evitar que se repita”.

El descubrimiento ha provocado una gran emoción entre los familiares de los desaparecidos. “Por fin los hemos encontrado” se escuchaba entre quienes desde hace generaciones han reclamado verdad y reparación. El hallazgo abre la esperanza de poder identificar los cuerpos, entregar los restos a los familiares y avanzar en la memoria histórica y la justicia. Y en la paz, por fin, para las familias.