La costumbre de dejar la puerta del lavarropas abierta después de cada uso genera opiniones divididas. Para algunos, es una medida esencial para evitar la humedad y los malos olores. Otros, en cambio, consideran que puede ser contraproducente según el lugar y las condiciones del ambiente.
Después de cada lavado, pequeñas gotas de agua quedan atrapadas en la goma, el tambor o el compartimento del detergente. Si no se secan correctamente, esa humedad favorece la aparición de moho y olores. Por eso, muchos fabricantes, como Bosch, recomiendan ventilar el interior del aparato.
En sus manuales se indica “dejar abiertos el compartimento del detergente y la puerta tras cada uso”. Según los técnicos, este hábito permite que el aire circule y seque las zonas internas, especialmente si el lavadero