Si bien, en un primer momento la transición de etiquetas convencionales colocadas por los empleados de los supermercados cuando se renuevan los productos en los anaqueles a etiquetas eléctricas ha mejorado la eficiencia y eliminado el desperdicio, también ha generado preocupación entre los consumidores sobre los posibles cambios de precios repentinos mientras estos hacen sus compras.
Aunque, la intención del minorista no es cobrar más a sus clientes, sí es cierto que, las etiquetas electrónicas ofrecen al minorista la opción de cambiar los precios a medida que la demanda de un producto se dispara, esto solo para beneficiarse de ello.
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